21 de maig 2010

Al norte de Laos

Después de decidir pasar de Vietnam volvemos hacia el norte de Laos para ver el parque natural de Nam Ha que habíamos pasado de largo. Llegamos al pueblo de Luang Nam Tha a las 4 de la madrugada y no hay ninguna pensión ni hotel abierto, así que esperamos en la calle con una pareja de franceses hasta las 6 de la mañana y nos alojamos en la primera guest house que abre. Dormimos unas horas y vamos a dar un paseo por el pueblo.
El pueblo no tiene ningún encanto pero caminando por las afueras descubrimos un río y, al otro lado de un puente de bambú, un pueblecito de casas hechas de bambú y madera. Así debía ser todo el pueblo no hace demasiado tiempo.
Caminamos río arriba hasta que dos enormes búfalos de agua nos impiden continuar. Intentamos asustarlos pero uno de ellos nos mira con cara de pocos amigos y ningún miedo, así que decidimos dar la vuelta por si acaso.



Preguntamos en casi todos los sitios del pueblo donde organizan tours por el parque nacional hasta que finalmente, saturados de tanta información, contratamos uno de tres días de caminata por el parque natural con alguna visita a los pueblos cercanos el último día.
Cruzamos un río en canoa y empezamos a caminar.



El primer día andamos unas 4 horas hasta que llegamos al campamento donde pasaremos la noche. Su estado es bastante lamentable y los bosques por los que pasamos tampoco son nada del otro mundo. Pensaréis que nos estamos volviendo un poco demasiado exigentes y seguramente es verdad pero decidimos volver hacia el norte para ver paisajes más vírgenes y elegimos la caminata de tres días para llegar a zonas más inaccesibles y, de momento, nada nos hace pensar que tomamos la decisión correcta.



Pasamos la noche en un “campamento” (en realidad un techo y un suelo de bambú) junto a un río. El sitio está lleno de moscas e insectos por los restos de comida que dejan justo al lado de donde dormimos. El suelo de bambú está lleno de agujeros y no resiste el peso de un humano del tamaño de Pau. Además hay que dormir en el suelo y aunque no es tan duro como la madera, ya que el bambú se dobla un poco, no es precisamente cómodo que digamos. Por si fuera poco, de noche empieza a llover y descubrimos que el techo tiene agujeros. Por suerte nosotros no nos mojamos pero el resto de compañeros tienen que juntarse en las “camas” de los otros a esperar que pase la lluvia.



A la mañana siguiente, después de un buen desayuno empezamos a caminar montaña arriba. La montaña no es exactamente como nos la imaginábamos, es demasiado seca para llamarla selva, pero no está mal del todo. Nuestros guías no están pendientes de ver o escuchar animales ni siquiera de mostrarnos árboles o plantas por el camino, uno de ellos incluso camina mientras escucha música y silva o canta desafinando como un loco. Lo único que sí hacen desde el primer día es recoger plantas comestibles por el camino que después comeremos. La comida es una de las mejores cosas de la caminata. Comemos helechos, hojas, brotes de bambú y setas con algunas verduras y carne (la que sobra de la primera cena la ahumamos para que aguante los siguientes dos días) y por supuesto arroz. Los brotes de bambú son demasiado amargos pero los helechos y las setas son buenísimos.
Nuestros compañeros de caminata son 6 franceses, por el camino vamos conociéndonos mejor y ellos terminan siendo otra de las mejores cosas de la caminata.



La caminata del segundo día es bastante dura. Caminamos casi 6 horas montaña arriba, la pendiente es bastante pronunciada y encima ha llovido y nos encontramos de nuevo con nuestras queridas amigas las sanguijuelas. Por lo menos el campamento del segundo día es de lujo comparado con el otro. Es de madera y parece casi nuevo. Incluso tiene un baño y una cocina comedor. Está situado casi en la cima de una montaña pero la neblina no nos deja disfrutar la vista.



En cambio sí que disfrutamos de unos bichos alucinantes. Son unos insectos con aspecto de pluma (por decir algo) que luego se convierten en mariposa. Parece imposible que sean insectos pero, de vez en cuando, se mueven dando saltos, la primera vez que los vemos saltando nos parece que estamos alucinando. Para los que hayáis visto Avatar, nos recordaban a las semillas del árbol sagrado.



Estamos bastante cansados y parece que hoy sí dormiremos como niños, pero los colchones sobre los que dormimos son demasiado delgados y es casi como dormir sobre la misma madera.



El tercer día bajamos de la montaña y cuando apenas llevamos una hora de camino llegamos a un valle lleno de campos de cultivo. Paramos y nuestro guía nos dice que vamos a comer allí, ¡Cuando son poco más de las 10 de la mañana! Al parecer ya sólo queda media hora de camino hasta el pueblo donde nos recogerá el camión que nos llevará de vuelta. El tour no podía estar peor organizado. Podríamos haber caminado por la montaña a primera hora para intentar ver animales o por lo menos dormir unas horas más. Le preguntamos al guía que escucha música mientras anda cuántas veces ha hecho este tour y nos dice que es su segunda vez mientras que para los demás guías es la primera. En realidad parece más un trekking de dos días alargado para sacar algo más de dinero.
Esperamos un rato en el valle y hablamos con una señora encantadora del pueblo que anda por allí recogiendo setas.



Comemos y después de un rato andamos unos 20 minutos hasta el pueblo.



Allí tomamos una jarra de Lao-Lao un licor de arroz parecido al de los restaurantes chinos. Tenemos que acabarnos la jarra pero constantemente la van rellenando con agua y, milagrosamente, el licor apenas se diluye así que salimos de allí bastante contentos.



Subimos al camión y nos llevan a un río donde nos bañamos con los niños. Después vamos a visitar un pueblo de la etnia Lantan. La visita dura unos 5 minutos, es bastante patético. Nos sentamos a ver cómo tejen y bordan las mujeres del pueblo, les hacemos dos preguntas y nos vamos. Nuestro guía les compra unos bolsitos y nos da uno a cada uno. Nos resulta bastante parecido al “zoo humano” al que nos habíamos negado a visitar en Tailandia.



De vuelta en Nam Tha nos pasamos la tarde tomando cervezas con nuestros compañeros franceses de trekking y por último una cena de despedida.
Después de la decepción de la caminata vamos más hacia el norte a buscar mejores paisajes y pueblos más apartados.
El Pueblo de Muang Sing está al norte del parque nacional de Nam Ha. Tampoco es un pueblo bonito, pero por lo menos es más tranquilo y el paisaje por el que pasa la carretera que llega aquí promete.



El primer día caminamos por los pueblos cercanos. Andamos por un valle lleno de campos de arroz y otros cultivos.

F

Pasamos por pueblos de diferentes etnias, Lolo, Mhong, Khamu y Tai Lue aunque aquí en el valle es difícil ver los vestidos tradicionales y su modo de vida es bastante similar al de la mayoría de laosianos.



Andamos hasta dejar el valle y empezamos a subir una montaña hasta llegar a un pueblo de la etnia Akha. Allí sí que tenemos la sensación de estar en otra época o en otro planeta. Llegamos a la hora de comer y nos acercamos a la tienda del pueblo. Allí las mujeres y los niños nos miran con recelo. Intentamos hacernos entender por señas para conseguir comer algo pero parece que en la tienda no hay casi nada. Tienen fideos instantáneos pero no tienen agua caliente así que nos conformamos con arroz inflado y unas galletas que llevamos. Comemos delante de las mujeres y los niños sentados frente a la tienda. Las mujeres no parecen tener nada de curiosidad por nosotros, más bien todo lo contrario. Rompemos el hielo con una broma y todos ríen pero al cabo de unos segundos vuelven a sus cosas sin hacernos ningún caso. Nos parece una buena señal. Las tribus más alejadas han conseguido mantener su lengua y sus tradiciones originarias del sur de la China o de Nepal, y no se han mezclado con ninguna de las otras tribus que viven a escasos kilómetros de sus aldeas. Probablemente debido a ese recelo que tienen con los extranjeros. O tal vez el recelo venga de malas experiencias con sus compatriotas “civilizados”. La realidad es que la mayoría de estas tribus nunca han tenido un estado o reino propio ni han sido tenidos en cuenta por ningún gobierno. Todas ellas han recorrido grandes distancias a lo largo de siglos muchas veces escapando de guerras o de gobiernos despóticos que los trataban como salvajes. No son antipáticos pero tampoco nos sentimos bienvenidos.



Las mujeres mascan una mezcla de hojas y corteza que protege los dientes y los deja totalmente ennegrecidos. Visten con la falda y el sombrero tradicional y algunas sin nada en el pecho. En la tienda nos damos cuenta que aquí funcionan con moneda laosiana y china. Seguramente ellos cruzan la frontera a pie por caminos sin aduanas para vender sus productos o comprar algunos víveres. Suponemos que las fronteras no caben en su cabeza y que en realidad les da igual vivir en territorio laosiano, chino o de Myanmar. Su pueblo, esté donde esté, siempre será territorio Akha.
Nos despedimos y vamos bajando la montaña, pasando por otros pueblos hasta llegar a Muang Sing hechos polvo después de 6 horas caminando.
Esta parte del norte de Laos promete así que al día siguiente decidimos hacer otra caminata organizada por el parque nacional. Esta vez elegimos bien. El primer día caminamos por las montañas del parque nacional.



Aquí es mucho más verde y frondoso y aunque tampoco vemos animales el trekking resulta mucho más interesante y bonito que el anterior.



Comemos en una cascada donde nuestros guías dejan algo de comida encima de una piedra. Preguntamos y con algo de timidez nos dicen que son para los espíritus del bosque. La mayoría de gente de Muang Sing pertenecen a la etnia Tai Lue y aunque han adoptado el budismo y los modos de vida de la mayoría de laosianos siguen siendo animistas, es decir, creen que todo tiene un espíritu y por supuesto el bosque está lleno de ellos y hay que ofrendarles para tener un buen camino y estar a salvo de los peligros.




Desde la cima de la montaña se divisa casi toda la provincia de Muang Sing y, detrás de unas montañas cercanas China. Estamos sólo a 5 kilómetros de la frontera. Aquí empiezan a verse campos de cultivo y restos de antiguos pueblos que se trasladaron al valle hacia tierras más fértiles y más bien comunicadas.
Aquí la pareja de ingleses que iban con nosotros y uno de los guías toman otro camino para dormir en un campamento, nosotros bajamos la montaña para ir a dormir a un poblado Akha.
Ung, nuestro guía, nos da mucha información y preguntamos todo lo que se nos ocurre incluso también sobre cosas personales. A pesar de su juventud y su inglés a veces incomprensible, es uno de los mejores guías que hemos tenido en todo el viaje.
En el valle visitamos primero tres pueblos de la etnia Yao.



La mayoría de mujeres Yao todavía llevan los vestidos tradicionales. A los niños pequeños les tejen unos gorros espectaculares con unas borlas que parecen chichoneras.



Los bordados Yao son de los más impresionantes que hemos visto. Son muy intricados y coloristas. Además plantan su propio algodón, lo transforman en hilo y lo tiñen ellas mismas.



El pueblo donde pasaremos la noche está casi pegado a estos pueblos y sin embargo las dos etnias no se mezclan nunca, aunque los niños juegan y van a la escuela juntos. Parece increíble pero seguramente eso ha mantenido su cultura y su lengua tan viva en una región con tantas etnias y culturas diferentes conviviendo tan cerca las unas de las otras.



Llegamos al pueblo Akha donde pasaremos la noche a las 6 de la tarde y todo el pueblo está lavándose en la fuente o en el río para ir a sus casas después de una jornada trabajando en los campos, con los animales o recolectando hierbas en la montaña.



Una señora está tejiendo en un telar tradicional, le preguntamos si podemos fotografiarla y no muy convencida accede a regañadientes.



Las mujeres Akha llevan unos gorros muy elaborados adornados con monedas antiguas de la época de la colonia francesa. Aquí nos damos cuenta que los Akha que habíamos visto en el pueblo del primer día son de una rama diferente, visten diferente y por lo que nos cuentan su idioma también es un poco diferente.



Después de una vuelta por el pueblo nos llevan a nuestra casa, poco más que un techo y un suelo de bambú. Preparamos los colchones y las mosquiteras mientras nuestro guía y dos chicos del pueblo nos preparan la cena. Salimos un rato a pasear solos por el pueblo mientras anochece. Algunos niños nos siguen con curiosidad y alguno de ellos nos pide dinero. En lugar de darles dinero jugamos un poco con ellos y por lo menos les arrancamos alguna risa. Dándoles dinero no les haríamos ningún favor ni a ellos ni a sus padres y desde luego tampoco a los demás turistas que pasen por aquí. Puede parecer cruel pero dándole un Euro a un niño puede que consigas que el niño se pase el día persiguiendo turistas en lugar de ir a la escuela o ayudar a sus padres. Además si el niño trae a casa mucho más dinero del que consigue su padre trabajando todo el día en el campo ¿Cómo va a decirle su padre que vaya a la escuela o le ayude en su trabajo? ¿Cómo va a ver el niño un modelo en su padre si es alguien que no es capaz de ganar en un día el dinero que el niño consigue en unos minutos sin ningún esfuerzo? Por el contrario el niño pensará que los occidentales son unos fenómenos y que sus padres son unos pobres desgraciados. Con lo cual acabaría rechazando su cultura, perdiendo su identidad y, probablemente, mendigando en una ciudad o a la entrada de una atracción turística. Aunque no es fácil no darle un euro a un niño que te mira con carita de pena creemos que es lo correcto. Si se quiere ayudar, hay proyectos y ONG’s que hacen una labor responsable con proyectos a medio y largo plazo para estas comunidades. El tour que estamos haciendo, por ejemplo, destina un 30% de lo que pagamos al pueblo. También se puede comprar artesanía y así ayudar a que no se pierda parte de su cultura. La verdad es que, salvo algunas excepciones, en estas comunidades nunca pasan hambre. Son pobres pero, gracias a que cultivan principalmente lo que comen, nunca les falta arroz, verduras y un poco de carne. La unidad de estas comunidades es muy fuerte y siempre se ayudan unos a otros ante cualquier imprevisto. La escolarización de los niños es casi gratuita pero mandarles a otro pueblo para que estudien secundaria es bastante difícil.



De vuelta a “casa” vemos a un señor mayor sujetando una gallina mientras recita algunas oraciones y canta. Después nos enteraremos que es el adivino del pueblo (llámale adivino, curandero, chamán, brujo o médico) haciendo un sacrificio. La gallina, por supuesto, termina en la cazuela.
Cuando llegamos a “casa” la cena ya está lista, cenamos con nuestros anfitriones (las familias del pueblo se van turnando para atender a los turistas). La comida es casi idéntica a la que disfrutamos en el anterior tour. Está todo buenísimo salvo los brotes de bambú que saben a rayos, nunca entenderemos cómo les puede gustar algo tan amargo. Cuando terminamos dos niñas vienen a hacernos el masaje tradicional Akha. Después de todo el día caminando os podéis imaginar lo bien que sienta. Ung también se lleva su masaje el muy canalla. Por la noche hablamos con él y con los muchachos sobre su estilo de vida y su día a día. Algunas cosas nos chocan bastante. Pese a ser una cultura tradicional, alguno diría atrasada o antigua, el divorcio es algo normal y es efectivo desde el mismo momento que uno de los cónyuges lo solicita. Los viejos y el jefe del pueblo, que por cierto es elegido democráticamente por todo el pueblo (en un país donde solo hay un partido y no hay democracia), deciden con quien se quedarán los niños después de hablar con sus padres y teniendo en cuenta la opinión de los hijos. Teniendo en cuenta como estábamos hace 40 años en España con ese tema a ver quién se atreve a decir que son culturas atrasadas.
Otra cosa que nos impacta es la casa de los solteros. Los jóvenes, a partir de los 10 o 12 años, hasta el momento en que se casen, pueden dormir (las comidas las siguen haciendo en casa de sus padres) en una casa del poblado construida para ellos. Así no tienen que dar explicaciones a sus padres de lo que hacen por las noches o a la hora que se acuestan. ¿A quién no le hubiera gustado tener algo así en su adolescencia?
También les preguntamos por las relaciones sexuales antes del matrimonio y nos dicen que son normales, aunque no es necesario que los padres se enteren.
Nos vamos a dormir con los músculos relajados y la cabeza llena de información.



Estamos de suerte, por la mañana hay una celebración en el pueblo. Ha nacido un niño y todo el mundo está invitado a una comida y baile. Ese día nadie trabaja en el pueblo así que en lugar de hacer las actividades que se suponía debíamos hacer con ellos: aprender como se teje o se construyen sus casas, estamos invitados a la fiesta, mucho mejor.
Todo el pueblo celebra el nacimiento de un niño, parecen más un clan o una gran familia que un pueblo como nosotros lo entendemos.
Nos invitan a entrar a casa de los anfitriones donde la gente del pueblo va pasando para atar billetes en las muñecas y tobillos del recién nacido para atraer la suerte y el dinero. El líder espiritual del pueblo recita oraciones mientras los mayores del pueblo toman té alrededor del recién nacido y las mujeres de la casa cocinan en unas ollas inmensas para todo el pueblo. La experiencia es impresionante aunque no tomamos fotos, ninguna foto podría describir lo que se siente al presenciar algo así. Las palabras clan, comunidad o armonía son las que se nos pasan por la cabeza en ese momento. Puede parecer algo cursi por nuestra parte pero el hecho de que todo el pueblo se pare y se pongan a celebrar el nacimiento como si fuera el de su propio hijo es algo que nos impresiona. Sobretodo teniendo en cuenta que nosotros, muchas veces, ni tan solo conocemos a los vecinos de nuestra escalera.
El padre del recién nacido nos invita a quedarnos a la comida y la fiesta pero desgraciadamente tenemos que seguir camino ya que nos espera una buena caminata y al final otra fiesta.



Salimos del pueblo pasando por la puerta de los espíritus, unos arcos situados en las entradas de los pueblos hechas para que los malos espíritus no entren en el pueblo. De los arcos cuelgan fusiles y lanzas de madera para asustarlos. Como la mayoría de las tribus, los Akha son animistas y para ellos toda enfermedad o desgracia tiene una causa y también una solución relacionada con los espíritus. Eso no quiere decir que no vayan al médico cuando tienen un problema grave de salud o a veces para dar a luz a sus hijos aunque ello les cueste un dinero que les cuesta mucho ahorrar.



Para la mayoría de problemas leves de salud el curandero del pueblo, algún sacrificio u ofrenda y los remedios naturales del bosque son suficientes.



Nos alejamos del pueblo y empezamos a andar por un valle lleno de cultivos de arroz y caña de azúcar.
La caminata es bastante dura, el terreno es llano pero no hay ninguna sombra y hace un calor espantoso.
De camino nos encontramos con el padre de Ung. Es camionero y está cargando su camión con caña de azúcar que llevará a China.




Pasamos por algunos pueblos hasta llegar al último de ellos muy cercano a Muang Sing.
En este pueblo Tai Lue se celebra la fiesta anual de los cohetes, una fiesta de cientos de años de antigüedad que se celebra también en la provincia China de Yunan de donde provienen los Tai Lue.




En las afueras han montado un montón de carpas con puestos de comida, de frutas, juegos y baile con música a toda pastilla. Al final de todas esas carpas está la rampa de lanzamiento.



Los cohetes son inmensos y están hechos a mano. Están hechos con bambú y adornados con papeles de color. Antiguamente hasta fabricaban ellos mismos la pólvora.
El propósito es enfadar a los dioses para que manden lluvia sobre los campos y tengan una buena cosecha.



El fabricante de un cohete es transportado en una silla hasta la rampa de lanzamiento donde se enciende su cohete. Si éste falla, cosa que pasa muy a menudo, el fabricante tiene que invitar a cervezas a todo el mundo. Si el cohete sube hacia arriba el que bebe es él.




La fiesta dura todo el día y, a juzgar por las dos horas que estamos allí, deben acabar todos finísimos.
Volvemos a casa más que satisfechos y por supuesto reventados. Este trekking ha sido de los mejores de todo el viaje. La experiencia con los Ahka, aunque breve, es una de esas cosas que no se nos olvidará jamás, uno de esos sitios a los que intentaremos volver algún día.
Nos ha gustado tanto el norte de Laos que nos resistimos a marcharnos y hacemos una última parada en Nong Khiaw.



Este pueblo situado en la ribera de un río rodeado de montañas impresionantes, es un sitio para quedarse unos días. Desafortunadamente nuestro visado empieza a acabarse y no podemos disfrutar de la pausa que se merecen estos paisajes.



Cerca del pueblo hay unas cuevas donde el Pathet Lao, los revolucionarios laosianos, escondieron el banco nacional y todo el dinero. Luchaban contra las fuerzas monárquicas y contra los norteamericanos que aprovechando que estaban en Vietnam también se pasaron por aquí.




De hecho toda la región está plagada de bombas sin estallar que provocan centenares de accidentes al año (se ven bastantes mutilados en esta región) e impiden que se utilicen para el cultivo enormes extensiones de tierras. El gobierno norteamericano destina algún dinero a limpiar el país de estas bombas, aproximadamente seis veces menos que lo que destina a operaciones de rescate de restos mortales de soldados en territorio Laosiano. Por si fuera poco el gobierno laosiano rechaza estas ayudas por lo que los americanos canalizan esta ayuda comprando detectores de metales a través de ONG’s. Según parece hay salas enormes llenas de detectores que jamás se han utilizado.





A pesar de su terrible pasado las cuevas son muy divertidas. No hay ningún guarda ni guías así que puedes avanzar solo por los estrechísimos pasadizos. Es toda una experiencia aunque si se te acaban las baterías de la linterna puedes llegar a pasarlo muy mal.



Desde Nong Khiaw subimos a una barca que nos llevará río arriba hasta el pueblo de Muang Ngoi Neua. A medio camino nos hacen bajar de la barca ya que el río lleva poco agua. Bajamos y empezamos a andar por la orilla del río, acompañados por alguna sanguijuela y bastantes hormigas mordedoras que son unas auténticas hijas de su madre.
De pronto nos damos cuenta que sólo los turistas hemos bajado a dar “el paseíto” los laosianos están tan contentos en la barca.



No obstante las casi dos horas de viaje por el río son impresionantes.



El pueblo de Muang Ngoi Neua es precioso. Mucho más pequeño y menos turístico que el anterior, está encajado entre montañas llenas de verde y el río.





Desde aquí hay caminatas hasta pueblos cercanos y algunas de 4 días que llegan hasta pueblos de la etnia Mhong aislados en las montañas. Nos apetece mucho ver estos pueblos ya que sólo hemos visto un pueblo Mhong cerca de Muang Sing y era un pueblo nuevo, sin demasiada personalidad, donde el gobierno reubicó a los Mhong de las montañas de la zona. Los Mhong tuvieron la mala surte de ponerse del lado perdedor de los monárquicos y los norteamericanos en la guerra así que el gobierno no los ha tratado demasiado bien que digamos. Desgraciadamente no tenemos tiempo así que nos conformamos con ver los pueblos más cercanos.
De camino pasamos por unas cuevas.



Seguimos andando atravesando ríos y caminando entre arrozales. Los paisajes por los que pasamos son preciosos.




Los pueblos parecen desiertos. Los hombres y la mayoría de las mujeres deben estar trabajando fuera.



Damos una vuelta por los alrededores buscando una cascada que no encontramos. La selva y las montañas son preciosas. Es una auténtica lástima que nos tengamos que ir mañana.




Volvemos hacia Muang Ngoi Neua y por el camino nos pilla una tormenta. Nos resguardamos en una pequeña estancia en un campo de arroz. La casita sirve para guardar los aperos y el arroz que van recogiendo así como para descansar del trabajo a la hora de comer. Comemos resguardados en la casita de bambú. Cuando para la lluvia salimos y nos damos cuenta que en el arrozal hay dos niñas de unos 8 años que han estado trabajando durante toda la tormenta. Nos miran con curiosidad y nos saludan sonriendo sin dejar de cavar en la tierra tan empapada como ellas.

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We leave the nice city of Luang Prabang and head the north of Laos to visit the National Park and some tribes if possible.
We join a 3 days trekking trough the National Park in order to get a less accessible forest and maybe be able to see some animals. Also the landscapes must be impressive from there; at least this is what we think.
The trekking happens to be a disaster. The landscapes are not that nice, the forest are quite dry, the path is narrow and very steep and because it’s been raining there are leeches. Also the first day shelter is a complete disaster as it’s full of butterflies and bugs because of the spare food they throw just next to the shelter; the roof has holes and when it rains that night we get water inside; and the floor it’s bamboo floors and we have to sleep over it which is not exactly the most comfortable thing.
The best thing of the trekking is the food and the 6 French people who are doing the trek with us. When we finally arrived back to the village we have some drinks together and also a farewell dinner.
Next day we move further north in order to visit some villages and tribes. We do one day walking by ourselves and we visit a very interesting Akha village. The women who live here are still wearing some traditional outfits and they also chew some kind of leaves mixed with something else that is supposed to prevent the teeth from getting wasted, although it becomes the teethe and the mouth all dark and quite disgusting.
The next day we join a 2 days trekking through some part of the National Park and also some villages. The National Park is here is beautiful! It’s greener than the one we saw in the other trekking. In the afternoon we arrive to some Yao villages. The women here wear the traditional outfit which is very nice and colorful, though it looks too warm for the heat they live with. Also the put some traditional and funny hat the babies which looks very beautiful in the little ones. After visiting 3 different Yao villages we arrive to the Ahka village we are going to sleep. It’s almost 6 o’clock in the afternoon, so almost everyone in the villages is having a shower in the fountain (which is just in the middle of the village and it’s also used for the animals to drink and to wash clothes and to get water for home) or the river. The house where we are going to sleep is very basic but enough: a thin mattress and a mosquito net. The food the people of the village cooks for us is very nice, a part form the rice and some chicken, it’s all caught from the forest like fern leaves. After dinner two girls of the village give us the traditional Ahka massage which is very good!
That night we ask our guide a lot of questions about the villages and their style of life. Our guide, Ung, is one of the best guides we’ve had in the whole trip and even though some times we can’t understand his English, he’s very nice and give us a lot of explanations and make the Ahka people too so many questions that then he translates to us, so we really learn a lot about them.
In the Ahka villages there are at least a couple of shaman or fortune tellers who are the spiritual face of the village. They help in all the problems they can have or even if someone’s sick and needs help or if there’s a ceremony or a new bird. They have also the spirits door at the entrance of the village which is supposed to get rid of bad spirits.
In the morning we have the chance to see a bird celebration. A baby has been born recently and they are doing the celebration today that will last till the evening. All the villages are invited and they don’t do any work that day, it’s just a celebration day. We go into the house where of the lucky family with the baby born and at that time the fortune teller is talking to the baby. All the time people are coming in and out the house to give the baby their blessing and some money.
We are also invited by the family to spend the day with them and to eat and drink too but unfortunately we have to leave as we still have a long way to walk.
In our way back we stop in a nearby village where a roquet festival is going on. This is a festivity to annoy the Gods and make them to send rain.
We have enjoyed that tour so much and also the landscapes that we decide to visit some other river villages of North Laos.
The first one is a lovely river village placed in an awesome scenario surrounded by mountains and cliffs that hide some history caves.
The second village is up river, so we take a boat and go through the river for a couple of hours. The trip is amazing and the landscape breathtaking. The village is small and quiet but also very nice. It’s also placed between mountains and cliffs and there are some nice treks to do nearby. We really enjoy that part of Laos and we’d love to stay here longer but as our visa expires in a couple of weeks we need to carry on to South of Laos.

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