Iquitos es un sitio raro. Es una ciudad en medio de la Amazonia, de hecho es la ciudad más grande del mundo a la que no llegan carreteras. Con unos 450.000 habitantes apenas hay coches o edificios altos, no obstante legiones de motocarros inundan las calles.
Fue fundada originalmente como una misión Jesuítica en 1750. Los Indígenas de la zona se resistieron a la conversión y a la colonización durante casi un siglo hasta que el boom del caucho de finales del siglo XIX los convirtió en esclavos y a Iquitos en una de las ciudades más prósperas de América. Por eso el centro de la ciudad recuerda un poco a Manaus y todavía conserva algunos edificios modernistas de la época en que el caucho valía más que el oro. Los transatlánticos llegaban hasta aquí navegando por el Amazonas para volver a Europa con el líquido del que salieron los neumáticos de los primeros coches.
Mientras descolgábamos la hamaca del barco y bajábamos hacia el caos del puerto intuimos que nuestra estancia en Iquitos iba ser bastante estresante. Tenemos poco tiempo y queremos ver la ciudad y la selva y además tenemos que encontrar un vuelo para Lima para dentro de tres días. Lo que parecía imposible de cuadrar se resuelve en menos de una hora. Encontramos un vuelo y una agencia para hacer un tour comprimido de dos días en el Parque Natural Samiria-Pacaya para nosotros dos solos. Así que tenemos todo el día para ver Iquitos. Nos han recomendado el mercado del barrio de Belén un mercado en el que se puede encontrar cualquier cosa comestible incluyendo algunas que no lo parecen.
Con estos gusanos que viven en las palmeras hacen una especie de albóndigas que seguro que son deliciosas. No nos animamos a comprobarlo. Los bichos se retuercen en el agua como si supieran lo que les espera.
En cambio nos atrevemos con el cocodrilo que resulta ser mucho mejor de lo que esperábamos. A la brasa con un poco de salsa picante está muy bueno.
La tortuga en cambio nos da bastante más pena y un poquito más de asco. Además está prohibido aunque en muchas paradas venden su carne y sus huevos.
Nos han dicho que aquí también se puede encontrar carne de mono pero agradecemos no encontrarla. En cambio encontramos el menú más barato de todo el viaje. El record, que dudamos que pueda ser batido en algún sitio es de 2,5 soles o sea unos 0,60€, por una sopa cojonuda de primero, un segundo a elegir entre pollo, lomo o ternera con arroz y tallarines de acompañamiento y una limonada casera. Increíble. A media comida empezamos a sudar y resoplar Mónica comenta que nos costará más la lavandería de la ropa que llevamos que la comida, en ese mismo instante la jefa saca un pay-pay de palma y empieza a abanicar a la clientela. Ole, ole y ole.
Después de comer nos dirigimos hacia el corazón del barrio de Belén, una ciudad dentro de la ciudad hecha de casas flotantes de madera donde subsisten unas 20.000 personas venidas de las comunidades de la ribera del Amazonas. Al bajar hacia el barrio pasamos por una comisaría y felizmente se nos ocurre preguntar si es seguro andar por allí. Nos dicen que no y nos asignan dos policías para que nos acompañen a dar una vuelta por el barrio. Nos sentimos muy raros escoltados por dos policías pero agradecemos el detalle ya que de otra manera no hubiéramos visto Belén. El barrio está al lado de un afluente del Amazonas que en época de crecidas lo inunda completamente y los vecinos tienen que desplazarse en canoa entre las casas elevadas sobre pies de madera. Ahora el río está en su nivel más bajo y aunque es más cómodo de visitar seguro que no es tan bonito.
El barrio aunque muy pobre es más que digno y algunas de sus casas están pintadas de colores y adornadas con plantas.
Toda esta gente ha ido viniendo de los pueblos de la ribera del Amazonas buscando una vida mejor y muchas veces encuentran todo lo contrario y terminan robando, sobretodo a los turistas, para subsistir. Muchos viven de vender en el mercado, pero la economía de subsistencia que practicaban en sus pueblos de origen al menos les aseguraba algo que comer siempre, cosa que ahora tienen más difícil. Además las condiciones sanitarias del barrio son precarias. Por lo menos los niños lo tienen más fácil para ir a la escuela y con mucha suerte al instituto o a aprender un oficio. Los policías nos cuentan que cuando algún delincuente del barrio comete un robo sus vecinos lo ayudan y es casi imposible detenerlo.
Los desperdicios del mercado son el sustento de centenares de buitres.
Desde el centro, el barrio de Belén parece otra cosa.
A la mañana siguiente salimos por la única carretera en cientos de kilómetros a la redonda hacia Nauta, un pequeño pueblo en la ribera del Marañón donde visitamos un centro de recuperación de tortugas que están en peligro de extinción. La especie más amenazada es la de mayor tamaño que puede llegar a pesar más de 200 kilos.
Aquí también tienen un pescado de más de tres metros. El Paiche tiene la carne más apreciada del Amazonas y llega a pesar cientos de quilos. Este es bastante tímido y solo se deja intuir como una sombra enorme en el agua turbia.
Desde Nauta tomamos un bote que nos llevará a la confluencia de los río Ucayali y Marañón donde, según los Peruanos, nace el Amazonas. Desde allí caminaremos unos cuarenta minutos hasta el lodge donde no alojaremos una noche. El campamento está a la orilla de una laguna muy tranquila a la que no se puede acceder por el río y es todo para nosotros solos.
Nos instalamos rápidamente y salimos a ver la selva. Apenas vemos animales pero nuestros guías nos cuentan las propiedades y usos de un montón de árboles y plantas como la liana de uña de gato que tiene una agua medicinal en su interior o las termitas que frotadas en la piel sirven de repelente de mosquitos.
Al final del recorrido podemos contemplar una Ceiba de unos trescientos años.
Volvemos al campamento a tiempo para ver la puesta de sol.
Después de cenar y comprobar que el Paiche hace honor a su fama, vamos a dar otra vuelta para intentar ver animales de noche. Los truenos amenazadores y la cantidad de mosquitos que nos pican a través de la ropa y el repelente nos hacen dar la vuelta más corta de lo que quisiéramos. Nos da el tiempo justo para ver un sapo inmenso de más de 25 centímetros y una pequeña serpiente, según nuestro guía una cría de anaconda, comiéndose un pescado.
Las cabañas son totalmente abiertas con tela mosquitera y nos dormimos rodeados por los ruidos de la selva.
Al amanecer vamos a dar una vuelta en canoa por la laguna. Los sonidos del amanecer son todavía más intensos que los de la noche. Podemos ver muchos pájaros de diferentes especies incluyendo a Paquito, un guacamayo que viene a desayunar al campamento todos los días. Al bajar de la canoa encontramos una pequeña serpiente de un azul irisado increíble.
Después vamos hacia el río para cruzarlo en bote e ir a visitar la comunidad de Castilla, más o menos aislada en la ribera del Pacaya donde se une con el Marañón para formar el Amazonas. Visitamos el pueblito y, como si fuéramos de la familia real, nos hacen visitar la escuela primaria y la guardería saludando a los niños y a los maestros. La gente del pueblo está muy acostumbrada a los turistas pero siguen siendo muy amables y bastante inocentes. Algunas de las casas no tienen paredes, no por falta de medios ya que la madera abunda, sino por que es la casa tradicional de la zona. El concepto de intimidad para ellos parece no contar demasiado.
Caminamos unos minutos por los alrededores de la comunidad para ver la planta acuática más grande del mundo.
Y a un par de perezosos enormes que siempre andan por los alrededores del pueblo. Es la última vez que tendremos ocasión de ver a este bicho tan raro y tan gracioso.
Tras visitar el pueblo volvemos a la confluencia de los dos ríos para ver a los delfines rosas del Amazonas. La barca empieza a dar círculos y los curiosos delfines aparecen. Es casi imposible fotografiarlos ya que solo salen un segundo del agua pero podemos observar algunos completamente rosas.
Después de un rato nos tiramos al agua para nadar con ellos. Algunos se acercan a unos 5 o 6 metros de nosotros y al principio asusta un poco pero uno se acostumbra y nos fiamos de nuestros guías que nos aseguran que allí no hay pirañas ni anguilas eléctricas ni caimanes negros de 6 metros. Al cabo del rato algún pececito cabrón nos da algún pellizquito pensando que somos comestibles así que no tardamos en volver a la barca. Vamos hacia la playa que se forma en la confluencia de los ríos y volvemos a nadar un poco y a disfrutar de las vistas de donde nace el Amazonas.
Después volvemos al pueblo para comer y regresamos para Iquitos. Dos días en la selva Amazónica nos han sabido a muy poco pero nos esperan los Andes y el Perú más típico y ya nos apetece olvidarnos del calor, la humedad y los mosquitos. No hemos podido ver demasiados animales pero a estas alturas de viaje ya hemos visto muchos y disfrutamos más de los sitios y la gente que del “safari fotográfico”. Iquitos es una de las ciudades que más nos ha impactado y uno de los sitios a los que volver con más tiempo también para poder adentrarnos más en la amazonia. Le decimos adiós al Amazonas satisfechos por haber visto su cara más real. Viajar a través del río y ver Manaus e Iquitos nos ha permitido entender qué significa el río para la gente que vive de él en sus riberas así como su historia reciente. Pero también nos quedamos con las ganas de ver la amazonia más remota, imposible de ver como turista, donde todavía hay gente que vive como hace miles de años en comunión con una naturaleza virgen. Evidentemente si cualquier viajero pudiera llegar a estos sitios remotos estos dejarían de ser remotos y sus gentes se contaminarían inevitablemente, al menos nos queda ese consuelo. La oscuridad no pude verse iluminándola.
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Our 3 days trough the Amazon on the boat finish when we get Iquitos, the biggest city of the world that has no road connections. Iquitos is a weird and exciting city. There are some modernist buildings from its golden times, but still you can feel and see that you are in the middle of the jungle.
One of the best spots of the city is the market. We have been told that there are monkeys, crocodiles and turtles to eat and as a matter of fact we see all them but the monkeys (thanks God). We have the courage to taste the crocodile and it actually tastes really good. The turtles tough look quite disgusting and they are forbidden so we just past trough.
We also have the chance to have the cheapest meal of the trip: a nice soup to start and meat or chicken with rice and noodles as the main dish plus a glass of juice all for just €0, 60.
After lunch we head the neighbor of Belén. In our way we pass a police station and we think that better ask in case the neighborhood is not safe enough to walk though…
They tell us that we can’t go by ourselves and two policemen come with us to visit the neighborhood. We feel quite weird and all the people look at us… The place though is very impressive. During the rainy season all the streets get full of water so they have to take little canoes to move through. That’s why they built their houses very high. Now we are in the dry season so no water anywhere which makes it easier but for sure less nice and interesting.
Next day we join a tour to visit the Amazon jungle. We are just the both of us doing the tour so we have a guide, a cook and a whole lodge just for ourselves.
We don’t see too many animals, just a giant frog, hundreds of birds and a little snake eating a fish. The second and last day we visit the little town of Castilla. They are very used to have tourists there and they show us the school and the kinder garden. It’s quite impressive that some of the houses hasn’t got walls and is not a money issue is just that they like to live this way, to have privacy is not an issue for them.
Before leaving the Amazon we have a swim with the pink dolphins. It’s not appreciable in the pictures as is very difficult to shoot them, but we have the chance to see some of them that look really pink.
We leave Iquitos with the idea that we haven’t seen the remote Amazon as we know it, those tribes that still live like hundreds of years ago. We know though that if the tourists could get them that wouldn’t be remote anymore so is better this way.
But on the other hand we’ve met the everyday real life through the Amazon where people live from the river and how they manage.
It’s time to leave the hot, the mosquitoes, the humidity…and to meet the most typical and touristic face of Peru.
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27 de setembre 2009
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Molt bé nois! Y ahora a Perú, a ver qué os pasa, je, je, je
ResponEliminaE&M
Epppa noiets... Ya veo y leo que el amazonas ha impactado, como siempre fantásticas fotos y mejor verbo... Que os vaya relindo por el Peru y los Andes...me ha encantado la frase "la oscuridad no se ve iluminándola"... Un abrazote enorme.. Crk
ResponEliminaostras!!que pasa mestres!!! fotos mas que míticas ademas del relato !!! seguir disfrutando mucho!!!
ResponEliminariupa