11 de desembre 2009

Otro Chile

Después de despedirnos de Argentina viajamos hacia el oeste para volver a entrar a Chile por tercera vez. Esta vez será la última y tenemos muy pocos días para ver todo lo que nos gustaría, así que descartamos unas cuantas cosas y nos dirigimos hacia la costa. Pasando por Osorno descubrimos un Chile más pobre que el que habíamos visto y de camino al mar un Chile mucho menos poblado y desarrollado de lo que imaginábamos.
El pequeño pueblo de Maicolpué podría estar en el mar Cantábrico. Es un pequeño pueblo colgado de la ladera de una montaña entorno a una pequeña playa. Es una costa verde y tranquila con un aire melancólico y un mar profundo y oscuro.



Las laderas verdes que se precipitan hacia el azul oscuro del mar están salpicadas de casas de todos los colores.



El pueblo está casi vacío e incluso tenemos problemas para encontrar habitación. Finalmente encontramos una especie de apartamento-jardín con unas vistas inmejorables.



Salimos a caminar por el pueblo vacío y por el sendero del parque natural cercano al pueblo. El bosque valdiviano costero es un ecosistema riquísimo con una gran biodiversidad de árboles y plantas que desafiando a los fuertes vientos salados llegan hasta la misma orilla del mar.




El parque es gestionado por los pocos habitantes originarios de la zona que quedan. Los Mapuches Huilliches vivían aquí explotando de manera sostenible los recursos del bosque y el mar. Cuando llegaron los nuevos habitantes tomaron posesión de las tierras a su antojo y talaron gran parte del bosque poniendo en grave peligro este ecosistema y el modo de vida de los Hulliches. Recientemente se les han devuelto las escasas franjas de bosque costero de la zona para que gestionen el parque natural y obtengan algún beneficio protegiendo este bosque que antaño cubría la mayor parte de la costa central Chilena y del que hoy solo quedan algunos pequeños reductos entre Maicolpué y Valdivia.

Al día siguiente seguimos camino hacia al norte, hasta la capital de la región: Valdivia. La pequeña y tranquila ciudad tiene algunos edificios históricos bonitos, muchos de ellos de estilo alemán debido a la numerosa inmigración de alemanes en esta zona.



Sus calles son tranquilas y están llenas de estudiantes universitarios. En una ría que divide la ciudad hay una pequeña colonia de leones marinos que parecen muy contentos con sus innumerables y ruidosos vecinos.



Damos una vuelta por el jardín botánico de la ciudad e intentamos conseguir una excursión para ver el bosque valdiviano más frondoso del interior también llamado selva valdiviana. Es un ecosistema todavía más rico y con más biodiversidad que el costero y nos apetece mucho verlo pero entre la nefasta información que nos ofrecen las dos oficinas de turismo de la ciudad y el poco interés que tienen algunas de las reservas naturales de dichos bosques, en manos privadas, que se preocupan más por su conservación que por facilitar las visitas, cosa hasta cierto punto comprensible, nos quedamos sin la posibilidad de ver estos bosques. Así que visitamos otro parque natural de bosque valdiviano costero más accesible y que nos ofrece unas vistas increíbles de esta parte de la costa chilena.





En este primer bocado de nuestra última etapa en Chile hemos descubierto un Chile de mar profundo, de costas montañosas tan verdes y frondosas como despobladas que nos da otro punto de vista bien distinto del Chile que conocíamos. Pero también percibimos un Chile que ya habíamos adivinado en nuestra primera estancia en Atacama.




Aunque la mayoría de chilenos son cálidos y hospitalarios, se percibe un cierto olor rancio y un gusto por las normas y órdenes que a veces te rodean por todas partes. Si sirve la imagen, en el mismo local encontramos sobre una ventana frente al mar esta frase de Neruda



y frente a ésta, el escudo del país, omnipresente en autobuses y edificios públicos con una leyenda que no hace falta comentar.



Tal vez esta sea una imagen que ilustra las aparentes contradicciones de este país. Como lo parece el hecho de que en esta costa verde tan llena de vida apenas viva nadie. Seguramente por eso sigue tan verde.

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After leaving Argentina, we get into Chile for the third and last time. We actually don’t have much time to see all that we would like to, so we end up going to the coast. The little village of Maicolpue is very quiet and its got an amazing natural park full of greens. We spend one night in there and then we move up to Valdivia. Our intention here is to visit one of the Valdivian forests which are rare outside Chile and this is supposed to be the best region to visit them. As we are not in high season, the buses that goes to the national parks don’t run these days, and the only way to get them is renting a car which is quite expensive in here. So we finally leave Valdivia without having seen what we were looking for.
That part of Chile is quite different from the Chile we already knew, but on the other hand, what we notice in here stronger than before is how used they are to the rules and the prohibitions. You can tell that even though they are trying hard to be a modern and “European” country, as they like to call themselves, the charge of the dictator times is still very present in their everyday lives.

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1 comentari:

  1. Hola parella, a mi personalment m'ha encantat aquesta costa xilena, em sembla esplèndida, amb aquest verd tant frondos i les cales i el mar m'ha deixat sense paraules, (trobo que se sembla una mica a la part nort de la Costa Brava nostra) de qualsevol manera per mi un 10, i el apartament una "cucada", axí que ha estat un magnific acomiament del continent americà.
    Monts i mols petons i continueu "patin" com fins ara.

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